Comenzaré esta narrativa con la frase
—No podemos continuar.
Misma frase que envuelve incertidumbre, dolor y cierta desesperación.
Increíble, ¿no? Es como ir construyendo un palacio tabique a tabique, pensando que los cimientos impedirán que se desmorone.
Para después llegar con pico y pala a tirarlo. Similares son mis historias de amor, la única diferencia es que yo llego a reconstruir el palacio.
Pongo cimientos aun más fuertes y levanto los muros caídos. Le devuelvo el color y firmeza de su estructura. Hago de el un lugar espectacular para ser habitado. Es entonces donde llega esa frase para mi.
—No podemos continuar.
Es en ese punto donde llega la impotencia a mi vida, si yo levante de los escombros el palacio, por que tiene que habitarlo quien lo desmoronó.
Una ves más me encuentro en el fondo de este bar, un cigarro apretado por mis labios y una copa de whisky barato me acompañan en la búsqueda de una respuesta.
¿Dolor? No, no siento dolor.
¿Amor? Eso para mi se acabó.
¿Qué voy hacer ahora? Buscar otro castillo en ruinas y levantarlo de las cenizas.