Me encuentro al pie de la mesa y frente a mí esta una de las más tristes escenas. En ella la cena ha quedado servida a la mesa una vez mas y las velas al pasar el tiempo se consumen en totalidad. A lo lejos en el espejo se refleja cómo me envuelvo entre lágrimas y soledad al mismo tiempo en que sirvo la ultima copa de aquella botella de coñac.

De nuevo se repite la historia y para variar ya me sé la trama de esta absurda parodia. Yo triste porque no estas y tu argumentando despreocupada:

—Discúlpame, no volverá a pasar. —

Por mi mente el deseo de partir incrementa cada día más, el dolor se apodera de mi alma y a veces ya no deja descansar.

Al paso del tiempo, con un miedo profundo tomé mis cosas de los cajones en medio de una escena por demás trágica. Donde comenzaba el principio del final de aquella historia mágica.

Dejando sobre tu almohada nuestra foto en la playa, esa misma donde finges tu sonrisa enamorada y una nota en la libreta que entre líneas anuncia mi adiós.

Intente dejar una nota de voz, intentar explicarte por qué me voy, pero como siempre pasa la voz se me quebró y fue así que te deje solamente un mensaje mudo en el contestador.

Sobre el comedor se quedó servida nuestra última cena y junto a ella todos los discos que nos acompañaron en nuestros largos viajes por la carretera, el adiós se acerca. Un vacío inmenso dentro de aquellas paredes donde entre risas, gemidos y llantos nos amábamos y como si fuera ciencia ficción al fondo mi guitarra me suplicaba te escribiera una última canción.

Quise dejarla y olvidarme de todo esto, tomar valor y no escribir más de lo nuestro; sin embargo, estoy aquí con ella redactando otro verso que vuelve a partirme el corazón. Adiós querida, te deje una canción como declaración del final de nuestro amor.

Autor: Andrés «lobo» Venegas

Inspirado por la canción Te dejé del maestro Edgar Oceransky