Te conozco de pies a cabeza, de enero a diciembre.
Te reconozco en el naranja del cielo en otoño y
bajo los calurosos días de verano.
Conozco tu mal humor cuando no concilias el sueño
y el llanto que brota de tus ojitos cuando lees alguno
de mis textos. Conozco tu mirada de amor y aquella
cuando sé que sientes algo de dolor.
Se de memoria los distintos brillos que emanan de
tus pupilas y como tu piel se eriza cuando las yemas
de mis dedos danzan de extremo a extremo bajo de tu falda.
Tengo presente tu rutina diaria, café por las mañanas y
una taza de té para conciliar el sueño. Tus largas horas
frente al espejo porque no te convence el outfit que
llevas de atuendo.
Una dama en toda la extensión de la palabra. Una niña si de
jugar se trata, una fiera si hablamos de defender a quien ama.
Una guerrera que rompió mi coraza y me hizo escribir de como
fue que me enamore de quien menos lo esperaba.
En ocasiones tan despistada que te preguntas como es que aún
recuerdas como te llamas. Y aún con eso admiro que nunca te
olvidas de ayudar a quien no tiene nada.
Te conozco de memoria; que podría pintarte a ojos cerrados y
sin duda serías las notas más bellas que podría interpretar sentado al piano.
Por: Andrés Venegas Ruiz